El asco o aversión, es el rechazo a eso que te lo produce, si sentimos aversión o desagrado por algo o alguien, nuestra primera reacción es alejarnos y evitarlo.
Cuando alguien “te cae mal” y no sabes por qué, cuando algo o alguien te produce asco nos muestra algo que no va con nosotros, que es incompatible. Es lo que los perros sienten hacia los gatos y viceversa.
El instinto de repulsión es útil porque nos aleja de cosas que podrían causarnos enfermedad. La capacidad de sentir asco es innata, pero la sensación de asco se adquiere en el transcurso de los primeros años de vida mediante la socialización. Se ha comprobado que los niños pequeños no sienten asco hacia sustancias, objetos u olores, hasta los 3 años. Experimentos científicos prueban que las asociaciones psicológicas negativas desempeñan un papel esencial en el origen del asco.
En todo el mundo se manifiesta de la misma forma: nariz arrugada, los labios superiores se elevan, y las comisuras de la boca descienden. Cuando el asco es muy fuerte, la lengua sale de la boca ligeramente. Desde el punto de vista fisiológico se produce salivación, náuseas, vómitos, sudores y en casos extremos caída de la presión sanguínea y desmayos. La sensación de asco es distinta para cada individuo.
Una vez que hemos identificado la aversión hacia algo o alguien, es bueno preguntarnos si ese rechazo está justificado, o si por el contrario, conviene modificar nuestra actitud.